27 de junio de 2008

Ese "no se qué árbol"

Insistentemente aparecían en el centro de los pequeños poblados o comunidades que iba dejando atrás, subido en un autobús-intermedio (ni demasiado bueno, ni demasiado cutre). Los veía rápido, de manera fugaz, pero despertaban curiosidad por su color verde brillante, chillón; sus extrañas hojas multiformes, y sus ramas rectas y orgullosas. Si el mochilero fuera dentro de una excursión organizada, seguro que el guía daría sentido religioso a esa planta, a su situación o, tal vez, a su misión protectora del poblado, con informaciones banales y engañabobos.
- Ejercen una fuerza sobre los malos espíritus del poblado, a los que expulsan perseguidos por su olor celestial- imagina podría ser uno de los comentarios supuestos.
Se encontraban casi siempre en el centro del círculo que conformaban las cabañas de tierra y paja, ocupando un lugar de privilegiado en la mayoría de los casos.
Como no llevaba un experto guía, el viajero insatisfecho se preguntaba “¿Qué tipo de planta será esa?”.
Un oportuno pinchazo a unos metros de una de esas pequeñas comunidades, le permitió sacar una fotografía. Mientras pulsaba botón de la cámara, sintió el denso olor a naturaleza, también el fino hedor que desprendían las cercanas cabañas, percibió el fuerte brillo de sus hojas erguidas y chillonas y apreció la variedad de objetos que se encontraban en su base.
Desde luego, lugar de reunión.
Intentó informarse y preguntó a las mujeres que salieron tímidas al encuentro.
No hablaban portugués. Ni con gestos lograron entenderse.
Mala suerte, se dijo.

Ahora, la curiosidad le corroe al ver la fotografía.
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21 de junio de 2008

La mosca tse-tsé

Ayer leía Mi viaje por África del premio Nobel de Literatura, Winston Churchill. No había leído nada de él. Conocía lo que conoce la gran mayoría de los ciudadanos: sus días como primer ministro y, por referencias de otros libros leídos, sus andanzas y paso por Jartum.
No siendo crítico literario, este viajero insatisfecho no se propone hacer una loa de sus dotes como escritor ni de su dominio de la lengua y el lenguaje. Pero sí exponer, en sentido crítico, “sus vapores” literarios con tufillo imperialista, productos de aquella época, los primeros años del siglo XX.
Pero no es lo importante.
Lo que le animó a escribir esto fue uno de esos capítulos donde habla del reino de Buganda, actual Uganda. Más o menos, pues de todos es conocida la arbitraria partición de las tierras africanas.
En aquella zona, Buganda, al oeste del lago Victoria, el nobel inglés sitúa la terrible epidemia que entonces minaba la población ribereña de ríos y lagos. El causante: la pequeña mosca tse-tsé -glossina palpalis- que propagaba la ‘enfermedad del sueño’ (tripanosomiasis africana), “sin que apenas exista -decía Churchill- precaución alguna eficaz contra su picadura”.
A finales de 1905, en las regiones azotadas por esta plaga se contabilizaron más de doscientos mil muertos, entre una población total que no habría excedido los trescientos mil habitantes”.
Esclavitud, hambre, colonialismo, mosca tse-tsé, hambre, malaria, pobreza, sida, guerras, esclavitud, malaria, hambruna, sida, pobreza, colonialismo, sequías,…..

¡Pobre África!.
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15 de junio de 2008

Se derrumbó la revolución

Muy cerca de Sierra Maestra, cuna de la revolución cubana de Fidel Castro, en el Oriente isleño, este viajero insatisfecho desmitificó en su interior ese histórico acontecimiento.
En un poblado aledaño, entre Santiago de Cuba y Guantánamo, compró ilegalmente a unos labriegos un cerdo (no estaba permitido), en el llamado periodo especial, que sirvió para alimentar las bocas y calmar el estómago de un grupo de jóvenes lugareños, que escondían el bocado -la tajada- como si fuera la cosecha de un cruel robo.
La idea partió para “echarnos unas risas” y “resolver” la cena, pero se convirtió en un verdadero espectáculo al ir aumentando el grupo, al olor de tan sorpresivo asado campestre.
Qué mal (por el hecho en sí) y qué bien (al verles saciados). Así se sintió en las estribaciones de aquellos montes tan guerrilleros.
Se derrumbó la revolución, cuando tuvo que comprar un cerdo a escondidas.
Se derrumbó la revolución, cuando observó cómo los bocados eran de asustadizas personas.
Se derrumbó la revolución, cuando oyó al viejo, oriundo de Asturias, gemir por haberse quedado atrapado entonces por el Régimen -de entonces y de ahora-.
¡Se derrumbó la revolución, como se derrumbó para muchos cubanos!.
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8 de junio de 2008

La otra publicidad

La publicidad en África es -a veces- tan sencilla, tan evidente, tan transparente que no necesita muchas pistas. En multitud de ciudades pequeñas y grandes este viajero se ha quedado mirando un cartel publicitario con ese asombro que todos tenemos para las cosas simpáticas y originales.
Alguien podría espetarle extrañado al ver la fotografía que presenta en este post: “¡Pero esto no es publicidad!”.
Efectivamente, puede que no sea publicidad tal y como se entiende actualmente pero lo que no hay duda es que a ellos les sirve. Es allí donde está el cartel, las letras, los dibujos, los logos,…. ¿No recordáis la publicidad española de hace unos años?.
No preguntemos más.
Esa cierta simplicidad esta llena de verdad.
Esa transparencia de mensaje está llena de verdad, y mantiene las mismas aspiraciones que la campaña más exótica, rimbombante y cursi que se pueda lanzar en este mundo europeo más cercano.
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1 de junio de 2008

Todo un viaje mochilero-religioso

Siempre pone cara de sorpresa este mochilero ante las ceremonias y oficios de esas religiones de voceros y actores lenguaraces que alimentan el espíritu de las gentes, no siempre las más cultas, a base de gritos y exagerados gestos. Religiones, cree, de mentecatos manipuladores e impulsivos sinvergüenzas.
No sabe por qué cuando paseaba por una de las calles de Beira, una bella ciudad de Mozambique, y oyó salir de un edificio religioso -Igreja Universal do Reino de Deus, rezaba a la entrada- fuertes voces metálicas-de-micrófono en apariencia barato, se acordó de esos voceros, nunca vistos en directo pero de los cuales todo mundo tiene referencia.
Al entrar, la sonrisa de una monaguillo (¿se dirá monaguilla?), le animó a pasar con un simpático gesto. Tomó asiento atrás en uno de los largos bancos de la iglesia y se dispuso a presenciar lo que era un novedoso espectáculo.
El oficiante, micrófono en mano, lanzaba exhortos a gritos, entre sonrisas y ojos chillones, que los asistentes (algunos) contestaban con extravagantes gestos de oración, casi de éxtasis. Era tal la fuerza de convicción del personaje que, de manera anárquica, los imbuidos del espíritu del Más-allá lanzaban a su vez todo tipo de gritos y saltos impulsivos. La creencia religiosa repercute fuertemente en la vida de las personas, en sus actitudes, costumbres y normas de conducta.
No siempre de manera positiva.
Este viajero insatisfecho no pudo menos que salir un poco traicionado por su también convulsiva curiosidad. Luego tendría ocasión de oír otros oficios de similar estilo, e incluso viajar (brazo con brazo, sudor con sudor) con un joven que dijo ser pastor de la iglesia baptista mozambiqueña (mozambicana, como les gusta decir a ellos).
Todo un viaje mochilero-religioso. Y aún hay más.

Para otra ocasión.
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