28 de octubre de 2009

...soledades nevadas del Yukon

Ha sido una arribada silenciosa. Sorprendía ese mutis viajero desde su último libro sobre el Amazonas, y este mochilero no paraba de preguntarse dónde apoyaría ahora el escritor sus posaderas de ‘culo inquieto’. Supo por un correo electrónico, hace ya más de un año, que se iba a Alaska, pero a Alaska ¿a celebrar con su mujer las bodas de oro? o ¿a un congreso internacional sobre Marcial Lafuente Estefanía y la influencia de sus novelas en el oeste americano?. Entonces recordó unas frases suyas (de él) escritas en el prólogo del libro “La aventura de viajar:
  • Cuando yo tenía unos diez años, comencé a asomarme a los libros de aventuras escritos por Edgar R. Borroughs, Zane Grey, Oliver Curwood… Ellos hicieron crecer y ampliar la geografía de mis hazañas imaginarias. Una tarde combatía hasta la muerte contra el gran mono Kerchak [….] y una tercera me internaba en las inmensas soledades nevadas del Yukon, perseguido por miríadas de lobos hambrientos, en busca de una mina de oro”.
Efectivamente, hace un rato cuando el viajero insatisfecho pasaba por la librería “Altair” vio su libro. Cumplía así -cree- con su hazaña imaginaria de internarse “en las inmensas soledades nevadas del Yukon”, y lo iba a contar.
El libro se titula “El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá” y el periodista, novelista, viajero incansable es Javier Reverte. Lo tomó de la baja estantería -siempre los colocan allí- lo palpó, lo abrió y olió -siempre lo hace- lo pagó (obligada aclaración para los que no conocen a este blogger) y se lo llevó feliz a su guarida.
Hace unos minutos.

Ahora, sin leerlo, lo recomienda a todo ‘bicho viviente’.

Copyright © By Blas F.Tomé 2009

21 de octubre de 2009

No es Mary Kinsgley, es su ídolo

Sólo se habían colado referencias de personas que conocen al viajero insatisfecho pero nadie sabía de su ídolo secreto: otro viajero, en este caso, viajera.
¿Quién duda de ella? ¿De su capacidad como trashumante?.¿Quién no ve su mochila al hombro?. ¿Quién no aprecia su incipiente paso al caminar?. ¿Quién no observa su pasión viajera?. ¿O sus sandalias Clark de nómada existencia?.
¿Y sus braguitas, recién lavadas en el viejo barreño de un barato hotel?.
¿Y su sonrisa y pasión errante en el gesto?.
Toda ella, olvidada en un rincón del polvoriento salón, recuerda a Freya Stark, o a Mary Slessor, o quizás a Mary Kingsley.
Son muchas tardes de miradas cruzadas, muchos días de compartir espacios, de admirar su rutilante brillo y percibir su insistente curiosidad para que esta bella y estática viajera no se convirtiera en el mito de un insatisfecho vivir.
Ella le espera paciente a que vuelva de cada uno de sus viajes y le recibe con la misma expresión de rostro con el que en su día le despidió desde su misma posición y el mismo rincón. Hierática mirada. Aunque a su regreso al mochilero le gustaría que su ídolo supiera agradecer sonriente los ecos de melodías que el viento la debió de traer, a través de kilómetros y kilómetros de distancia, desde el lugar que él mismo se las envió.
Pero…., es así.

Así es su ídolo.

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15 de octubre de 2009

El escarabajo egipcio


Este escarabajo en relieve lo fotografió el viajero insatisfecho en una de las piedras del templo Hatshepshup (Egipto), que un equipo de investigadores polacos, restauradores de este mausoleo (fotografía de abajo), no consiguió colocar en un lugar concreto. La piedra está allí, apilada como otras muchas, hasta que algún ducho ose encontrar su originario lugar.
[Dicho sea de paso, la restauración, a ojos de inexpertos, parece demasiado forzada para alcanzar una determinada grandiosidad arquitectónica, quizás NO muy documentada].
Hatshepshup fue, mucho antes que Cleopatra, emperatriz del Antiguo Egipcio [Si algún lector quiere entretenerse con su historia, fue novelada por Pauline Gedge, en “La dama del Nilo”] y el escarabajo, un símbolo para este ancestral pueblo.
Existen muchas interpretaciones sobre lo que significaron estas representaciones de coleópteros -hay variedad de ellas- para los antiguos moradores del imperio faraónico, pero este blogger se inclinaría por pensar (teoría inventada) que si los antiguos egipcios consideraron a los dioses protectores del hombre en vida, el escarabajo pelotero debió ser el encargado de trasportar su espíritu a través de la muerte, a imagen del propio animal arrastrando su pelota terrera hacia las profundidades de algún cercano precipicio.
Los antiguos egipcios le concedieron a este escarabajo un lugar real entre sus divinidades. Ufano, de oraciones y rituales, ayudaría a los muertos a pasar sin problemas el juicio final ante el todopoderoso Osiris.

Muy rarillos ellos (los antiguos egipcios, claro).

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9 de octubre de 2009

Una fotografía más


Una fotografía más.
Una fotografía, nada más, pero reúne muchas escenas cotidianas de África. Hacía mucho que no repasaba el viaje a Madagascar de donde este viajero insatisfecho no tiene apenas instantáneas. Pero al hojear, y ojear, el álbum se topó con este sencillo encuadre.
Todo un símbolo.
¿De qué?.
África polvorienta.
África de uralitas oxidadas y de latón, nada turística.
África de niños pobres.
África de animales acomodadizos.
África desteñida y deslucida.
Sucia.
Atestado de negros pasajeros (él era el único blanco), el coche en el que viajaba (un destartalado y viejo Peugeot 504) se detuvo. ¿La caja de cambios?. ¿El ventilador? ¿El tubo de escape?. No lo supo. En África, cuando el coche se detiene en medio de la nada, es paciencia y más paciencia. El viajero necesita ser paciente. La noche, recuerda, caía encima y ni por asomo se veía una solución. Antes de que la oscuridad engullera el último rayo, sacó varias fotografías (una de ellas, la de esta entrada) y después se acomodó en un cercano ribazo para pasar una movida y cálida noche.Una noche en un ribazo en África, aparte de movida y cálida, puede ser arriesgada y peligrosa.

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2 de octubre de 2009

El símbolo hercúleo de Río

De ‘hercúlea’ podría definirse la estatua del Cristo Redentor del Corcovado. Tan descomunal como inútil para aquel Brasil de primeros del siglo XX, la estatua fue ejecutada por el escultor francés Paul Landowski y los ingenieros Heitor Silva y Pedro Viana. Situada en una privilegiada montaña, mantiene -y se perpetúa en la mente del visitante- unas inolvidables vistas de Río de Janeiro y su bahía
¿Merecía ser elegida recientemente como ‘Maravilla del mundo’?.
No. Mucha gente opina que no y este viajero insatisfecho tampoco.
La ascensión es sencilla, la facilita un estrecho tren de cremallera serpenteante por la espalda de la montaña o una carretera, también serpenteante, que este trotamundos no utilizó. El tren parte de uno de los barrios de la ciudad y asciende lentamente entre humildes casas, algunas de oxidado latón, y verdes árboles que lindan con pequeños huertos labrados para, en apariencia, el mantenimiento familiar.
Arriba, el ambiente turístico se deja notar. La posibilidad de una fotografía en solitario del Cristo se convierte en ‘misión imposible’ (tarara, ra, ra, raaaaa). Bueno, si, contrapicados desde su base para tomar su altura en toda su magnitud.
Un espectáculo es ver el movimiento de las ya cercanas nubes, arrastradas por las corrientes de aire caliente, que parecen lanzar al Cristo a una navegación aérea a través de la cercana bahía.
Una hipnótica visión.
Un símbolo de Río.
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¡¡Enhorabuena Río 2016!!
Copyright © By Blas F.Tomé 2009