25 de octubre de 2010

Color tizón

Sólo sería culpable si fuera inocente de trabajar para destruir el racismo en el país”.
Este viajero insatisfecho no va a provocar un acertijo acerca de quién escribió en una novela esta enrevesada, aunque elocuente, frase.
¡Se ha hablado tanto de racismo…..!
¡Se ha escrito tanto de racismo…..!
¡Se ha novelado tanto sobre el racismo….!
Son palabras casi actuales sobre un mundo casi actual.
En su alegato defensivo durante el juicio, Lionel Burger, personaje de novela/realidad acusado y condenado por ser colaboracionista con los negros durante el apartheid en Sudáfrica, soltaba esa firme y contundente frase inicial.
Este país (post-apartheid), que hace tres años pisó este mochilero, nada tenía que ver con lo que describía Nadine Gordimer, en el libro ‘La hija de Burger’.
Nada tenía que ver, pero los pasos gigantes de cambio dados por Mandela habían tropezado, y siguen encontrando muchos obstáculos.
A nivel general, el individuo que limpiaba; el que servía; el que fregaba; el que paseaba sin rumbo por las calles seguía siendo de color tizón [permítasele esta licencia poética, que contiene indignación implícita].

Copyright © By Blas F.Tomé 2010

16 de octubre de 2010

Lapu-Lapu

Lapu-Lapu fue a Magallanes lo que Atahualpa a Pizarro. Con matices, claro, pues el primer nativo salió victorioso y el segundo, en cambio, derrotado. El guerrero indígena Lapu-Lapu se convirtió en héroe filipino por ‘su acoso y derribo’ a Fernando de Magallanes. Él fue quien asesinó al navegante portugués, en Punta Engaño, e impidió que completara la vuelta del mundo.
Las versiones del cruento desenlace eran varias. Había quien decía que al arribar a la isla, con el agua aún por las rodillas, el héroe filipino le lanceó y murió; otros creían que fue muerto por el guerrero al tratar de imponer por la fuerza sus preceptos (quizás, religiosos) al entonces cacique de Mactán. Era necesario tener en cuenta que los hechos ocurrieron en 1521 y los documentos eran escasos.
La leyenda se mezclaba con la historia.
Fuera como fuere, por todo Filipinas se alzaban estatuas en su honor (la de la fotografía estaba situada en Manila) y tanta su fama que Lapu-Lapu era, incluso, el nombre de uno de los pescados más populares de las islas. Un pescado tan grande y feo como el mero e igual de sabroso.
Decían,……………., y el viajero insatisfecho creyó.

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10 de octubre de 2010

Un poco de miedo y candor

Por la fotografía bien pudiera ser un pueblo de La Mancha, y la silueta, tal vez, de un Don Quijote reencarnado, sin su Rocinante, pero posando para la posteridad.
No.
No, la ciudad es Cartagena de Indias (Colombia) y la silueta, la del viajero insatisfecho. Hermosa ciudad esta Cartagena de 1994 (Uff, ¡cómo pasa el tiempo!). Uno se imaginaba, entonces, encontrarse con Gabriel García Márquez en cualquier esquina o sentado en cualquier Café, leyendo y releyendo la crónica local.
- Eeeeh, viajero. Gabo quiere verte, le gritarían.
Pero, no. Lo que realmente descubrió fue al colombiano alegre, acogedor, y reservado, en muchos casos. La parte vieja era un hervidero de tiendas de recuerdos, antiguos palacetes, casas de viejos indianos,…., y bellas colombianas, que miraban marrones con viveza, curiosidad y candor.
Los días de Cartagena fueron menos claustrofóbicos que los de Bogotá, no en exceso pero lo fueron. La guerrilla era un problema y el avión se erigió como la mejor solución para ascender desde la capital hasta orillas del mar.
- El autobús es peligroso.
- La guerrilla esta por toda la ruta.
- Se producen muchos robos, asesinatos y secuestros.
Con estas recomendaciones bogotanas era complicado meterse inconsciente en un atestado autobús.
No siempre el mochilero necesitaba escuchar estos mensajes protectores.
No siempre eran verdad.

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2 de octubre de 2010

Fertilidad con cocodrilos


Este viajero insatisfecho se esta acostumbrando ya a visitar charcas de cocodrilos, a fotografiarse con ellos e, incluso, a tocarlos.
Katschi-Kali, así se llamaba el lugar, era una incipiente, aunque creciente, atracción turística en Gambia. Era difícil de entender cómo aquella aglomeración de cocodrilos (había, entonces, más de 100) podía vivir en aquellas aguas así de apiñados; no crear muchas rencillas entre ellos y, encima, soportar la diaria presencia de visitantes que acudían (y acuden) de visita, al ritual de limpieza y a fotografiarse con ellos.
Incluso, a tocarlos.
El guía local, en aquella ocasión, contaba su particular e increíble leyenda. Ese pequeño lago, atestado de cocodrilos, fue descubierto hace ya muchos años por un labriego de los alrededores. Su mujer, en un acto que ahora se calificaría de total inconsciencia, sumergió varias veces en la charca al bebé que llevaba en brazos. Cuando le sacaba, aparecía siempre ‘vivito y coleando’, a pesar de patalear un rato entre voraces cocodrilos.
¿Era increíble la historia, o no?.
Fue por eso que el lugar se constituyó sagrado para los lugareños y se vinculó, desde entonces, a los ritos de fertilidad femeninos. Las mujeres con problemas de fertilidad acudían al lugar, al lavado ritual de sus partes íntimas. Además, se llevaban agua en recipientes a sus casas para continuar allí con ese particular ritual.
A cambio, se esperaba que hicieran una pequeña donación en efectivo, un regalo, un trozo de tela o una ‘nuez de cola’, muy buena esta última para el vigor y potencia sexual. La mitad de estos donativos se lanzaban a la piscina para aplacar a los cocodrilos.
Así, parecía cuadrar la historia, la tradición y leyenda.
O no.

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