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27 de febrero de 2011

Fragmento de "Tren fantasma a la...." (*)

En aquel momento, en las escarpadas laderas de las montañas [norte de Birmania], el tren entraba y salía de túneles. Se cruzaba también con la carretera, por la que avanzaban con pesadez los convoyes de camiones cuyas lonas golpeaban la mercancía.
Pude ver el interior de un camión relleno de paja.
- Sandías. Van para China –dijo Ko Tin [
compañero birmano de compartimiento].
Luego vimos un camión con enormes figuras envueltas.
- Tallas de Buda. Las hacemos muy bien. Los chinos las compran para sus templos.
Ví [
Paul Theroux] más camiones cargados de arroz, tomates, judías, cebollas, plátanos, naranjas, limones, pimientos,…., la pobre y hambrienta Birmania exportaba alimentos a la rica China, como un vasallo que pagase tributo para que China pudiera abandonar sus granjas, construir fábricas en sus arrozales y emplear su tiempo en desarrollar su industria manufacturera y su tecnología”.
……….
(*) Theroux, Paul. Tren fantasma a la Estrella de Oriente. Alfaguara, Barcelona 2008.

Copyright © By Blas F.Tomé 2011

30 de marzo de 2010

En los alrededores del Templo del Cielo


El tan cacareado Templo del Cielo, de Beijing, es uno de esos sitios -junto con la Ciudad Prohibida- que, viajando a la capital china, es de obligado recorrido. Lo más ‘cojonudo’ es que no es un templo, es un recinto. El templo más famoso, el que sale en todas las fotos (el viajero insatisfecho también le hizo alguna) es el Salón de Oración por la Buena Cosecha, palacete circular, rodeado de bellas balaustradas de mármol blanco. Es la simetría personificada y arquitectónica del actual régimen chino, aún siendo bastante más ancestral que las políticas de Mao.
En su interior -decía el libro/guía- existen varias columnas que representan las estaciones (4), los meses de año (12), y 12 más que aluden a las horas del día.
¡Habráse visto interpretación más forzada!.
Lo más impresionante de este edificio es que está hecho, la mayor parte, de madera y para las necesarias uniones carece de clavos y tornillos.
En sus alrededores, aquel lejano día, grupos de jóvenes chinos sucumbían a unos estéticos movimientos orientales, quizás tai-chí, y otros pequeños grupos bailaban a la manera occidental; estos, vigilados atentamente por varios policías chinos en clara actitud amenazante.
Otra particular manera que tienen los timoneles chinos de ‘educar’ a su pueblo.
Copyright © By Blas F.Tomé 2010

17 de noviembre de 2009

Los chinos en África, o cómo enmascarar una invasión





  • Aviso para los que piensan que los chinos en África sólo se interesan por las materias primas a cambio de gigantescas obras de infraestructura financiadas por su gobierno: también son los nuevos inversores del continente negro, unos negocios privados muy florecientes. ¿Por qué los chinos intervienen donde los occidentales se abstienen por exceso de prudencia o indeferencia? Porque a los chinos les falta sitio en su país y África les parece un territorio virgen, lleno de promesas, y no tienen miedo a las pequeñas inversiones; al contrario: un salón de masajes, un restaurante, un pequeño taller de costura, una farmacia, todo es bueno para que se multiplique rápidamente el dinero que a menudo ha reunido toda una familia en China para enviar a uno de los suyos a la aventura”. (Michel, Serge y Beuret, Michel. China en África. Pekín a la conquista del continente africano. Alianza Editorial, S.A. Madrid, 2009. Pág. 42).

Estos dos investigadores periodísticos lo dicen muy claro, aunque de manera políticamente correcta. Y, bien -podrán argumentar los defensores del imperio chino- pero son frases sacadas de un libro que pueden tener muchos matices e interpretaciones. Pero el volumen es muy interesante y crítico, o mejor dicho, esclarecedor de una realidad palpable, como puede ser que los chinos están provocando el agotamiento de materias primas africanas, recursos mineros y forestales.
A la larga, empobrecimiento para el sufridor continente.
Los culpables de esta diáspora china, aparte de las cuestiones económicas: el dirigismo estatal de los timoneles chinos y el obsesivo orden impuesto, que está por encima de valores tan importantes como las libertades y el individuo.
………………….
P.D.: El viajero insatisfecho quiere ser objetivo y anotar la sugerente frase dicha por un hombre angoleño, que recoge el libro:



  • [los americanos] No hacen más que hablar de family values, pero cuando llegan a Luanda [Angola] se ponen hasta las cejas y se van de putas. Los chinos son disciplinados, modestos y respetuosos. Si tocan a una angoleña, les devuelven a su país, y eso está muy bien”.


Copyright © By Blas F.Tomé 2009

10 de julio de 2009

"Al loro"

Hace unos días, el viajero insatisfecho leía una de las ‘entradas’ de un compañero blogger, en relación a los problemas de tinte racial aparecidos en Urumqi (China):

  • El masivo traslado al Tíbet y Xinjiang de miles de chinos de la etnia mayoritaria 'han', otorgándoles privilegios que les hacen prosperar por encima del resto, ha marginado a los habitantes originarios ['uighur'] a la vez que ha erosionado de forma irreparable su identidad. En Lhasa y Urumqi, las capitales regionales, los locales son ya una minoría frente al empuje de la diáspora china.

Atentos al parche” -como dice el dicho popular- en este país ibérico.
Al loro” -decía Tierno Galván- y a su invasión en este país ibérico.
La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida”, según Mijail Bakunin.
Pero una cosa es la diversidad [ante la que el mochilero se ‘quita el sombrero’'] y otra, la usurpación y asfixia.
……

Quien haya viajado a China (el viajero lo ha hecho), podrá entrever que el régimen imperante en el país sería capaz de eso y mucho más.

Copyright © By Blas F. Tomé 2009

7 de diciembre de 2007

Jardines de Suzhou


Estos jardines de Suzhou (China) sedujeron al viajero por su sabia combinación de piedras, arbustos y arena, reflejo de la sensibilidad de los antiguos dueños orientales y su amor por la naturaleza.
El casi inevitable surco de agua, junto con rocas semienterradas en el lago y puentes, simula el recorrido de un río y la perspectiva de un valle, apropiados ambos, en mágica armonía, para el recogimiento y meditación de su oriental amo y señor. Las rocas, elementos con gran fuerza simbólica, deben ser elegidas con sumo cuidado y deben tener formas artísticas, aunque importante es saber aprovechar también las ventajas naturales de la roca escogida. Las flores, componentes imprescindibles en la armonía, deben ser discretas para evitar un brusco contrapunto en la atención del visitante. Alguien muy versado en la materia mantuvo: Un jardín sobrio y visualmente panorámico es el secreto de la elegancia.
Este viajero insatisfecho recorrió varios de inusual belleza, vio en el ambiente “armonía, sobriedad, armonía y armonía” y observó cómo las turistas chinas -visitantes orientales de jardines orientales- se quedaban atónitas con su amiga de entonces, pizpireta, de grandes ojos y generosos pechos. Todas pidieron fotografiarse con ella, entre risas y venias orientales. Se convirtió, primero en sorpresa; luego, en incredulidad, y al final, llegó a ser mosqueante.
¿Fueron sus ojos o sus voluminosas tetas las causantes de tanto revuelo?.
Nunca lo sabrá.
Suzhou fue, y es, una de las mejores ciudades chinas para visitar estos jardines. Algunos libros-guía la venden como “la Venecia china”. Nada más alejado de la realidad.
Cuatro canales.
Cuatro sucios canales no le dejan a Venecia otra opción que protestar.
Si pudiera.

26 de julio de 2007

Engaños turísticos

Me repelió el lugar. Pero alguien se preguntará entonces ¿por qué lo visitaste?. Pues -respuesta- hasta que no lo visité no lo sabía, pero después de hacerlo me puedo permitir el lujo de decir: NO.
Esto se podría extender a todo Hong-Kong, aunque de lo que yo estoy hablando es de un determinado lugar de esta gigantesca urbe. “Que ¿cómo se llamaba?”, pues no lo recuerdo, pero lo que si me pareció es que era un lugar de turisteo saca-perras, lamentable reconstrucción de un poblado chino, con menos, bastante menos, gracia que el “Pueblo español” montado en las laderas de Montjuic, en Barcelona.
¡Si al menos se pareciera!.
Si uno sólo visita aquella ciudad y quiere engañar a sus amiguetes (yo no lo hice) de que ha recorrido toda China, no tiene más que sacar veinte fotos desde diferentes perspectivas y parecerá que ha realizado el viaje mochilero de su vida por todo el territorio de Mao Tse-tung.
Alguien se preguntará “¿dónde esta?”, para no visitarlo. Huy, pues no lo tengo muy claro. Sé que se encontraba a las afueras de Kowloon, la parte continental de Hong-Kong que es, en su mayoría, una isla.
Nada más.

11 de junio de 2007

¡A la mierda!


Los chinos se dejaban odiar y, al menos, conmigo tuvieron suerte. Lo consiguieron. En cada visita, en cada paseo, en cada uno de los viajes de entretenimiento, no sé por qué algo desprendía desconfianza. No había caras amables, permanente intento de engaño y despreocupación hacia los problemas de los demás. Su educación era de libreto o panfleto comunista y la culpa -lo sé- no la tendrían ellos. Corría el año 1993.
Todo se convertía en un problema: Por aquí no se puede pasear. Aquí no se puede hacer fotos. Aquí no se puede subir. Aquí no está permitido…
¡A la mierda!.
Esa fue mi experiencia, aunque alguien me podría rebatir los argumentos.
¿Un momento de recuerdo?: pasear por la Muralla china que, aunque llena de gentío, mantenía una discreta belleza. (¡Que me perdonen los “guerreros de terracota”, en Xian, o la Ciudad Prohibida, de Pekín!).
En su construcción morirían miles y miles de personas (en algún sitio he leído la cifra) y es producto de la estupidez y de la omnipotencia caprichosa de no se qué gobernantes pero, aún así, es brutal e impactante.
Es de tal envergadura que empequeñece cualquier obra de nuestros días; amilana cualquier proyecto moderno de portada de periódicos internacionales. Amedrenta, intimida, sube, desalienta, serpentea, baja, se oculta al atravesar una pequeña loma pero se reivindica de nuevo y vuelve a surgir en el horizonte.
No tuvimos suerte mi compañera -allí la tenía- y yo. La visita estuvo envuelta de un calor bochornoso que terminó en una terrible tormenta. Aún así pude (pudimos) disfrutar, aunque amedrentados, amilanados y con el desaliento, también brutal, en nuestro espíritu asombrado.
¡Que nadie me diga que no estuve en la Muralla china!.

Copyright © By Blas F.Tomé 2007